Las mujeres son peor diagnosticadas en al menos 700 patologías, según un estudio de la Universidad de Copenhague, con una muestra de más de siete millones de pacientes atendidos durante 21 años. Este informe señala como no aplicar la visión de género provoca que las mujeres tengan una mayor tasa de letalidad hospitalaria cuando ingresan, como ocurre, sobre todo, con los casos de infarto de miocardio.
Pero, ¿qué significa aplicar la perspectiva de género en el ámbito sanitario y la biomedicina? Pues se trata de reconocer las diferencias biológicas, sociales y culturales entre hombres y mujeres, y abordar las disparidades que pueden surgir en el acceso y la calidad de la atención médica.
La Organización Mundial de la Salud define los determinantes sociales de la salud (DSS) como “las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana”. Estas fuerzas y sistemas incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones anteriores pueden ser altamente diferentes para varios subgrupos de una población y pueden dar lugar a diferencias en los resultados en materia de salud. Es posible que sea inevitable que algunas de estas condiciones sean diferentes, en cual caso se consideran desigualdades, tal como es posible que estas diferencias puedan ser innecesarias y evitables, en cual caso se consideran inequidades y, por consiguiente, metas apropiadas para políticas diseñadas para aumentar la equidad.
Muchas de las desigualdades que se producen en el ámbito sanitario pueden explicarse a través de estos determinantes y, la gran mayoría, se pueden evitar.
El sesgo, el gran enemigo
Desde el principio de los tiempos, la mayoría de los estudios médicos se han centrado en poblaciones masculinas, en consecuencia se producen lagunas en la comprensión de las diferencias de género en la salud y la respuesta a los tratamientos. Las mujeres han estado subrepresentadas en ensayos clínicos, lo que afecta a la generalización de los resultados a la población femenina.
Hay evidencias de que los síntomas, la presentación de enfermedades y las respuestas a los tratamientos pueden variar entre hombres y mujeres. Sin embargo, los profesionales de la salud a veces no consideran adecuadamente estas diferencias. Por ejemplo, los síntomas de un ataque cardíaco pueden ser diferentes en mujeres que en hombres, y esto lleva a diagnósticos erróneos o a retrasos en el tratamiento.
Salud mental
La falta de comprensión y educación sobre la salud mental contribuye a la estigmatización. Los estereotipos y mitos sobre los trastornos mentales persisten en la sociedad, lo que lleva a percepciones erróneas y prejuicios.
La discriminación de género puede afectar a las personas con trastornos mentales de manera desproporcionada. Las mujeres, por ejemplo, pueden enfrentar estigmatización adicional debido a la percepción errónea de que son más emocionales o menos capaces de manejar el estrés.
Por ejemplo, el Trastorno Disfórico Premenstrual se confunde habitualmente con la bipolaridad por ser un trastorno poco estudiado, a pesar de que entre el 5% y 8% de las mujeres en edad fértil lo sufren.
Además, la depresión en mujeres duplica a la de hombres (7,1% frente a 3,5%), y los casos con severidad grave en mujeres más que triplican los que se dan en hombres: por cada caso grave en hombres hay 3,5 que son mujeres.
Según la ‘Guía de la Salud Mental de las Mujeres’ que publicó el Instituto de las Mujeres, otro problema que se produce es que las mujeres hemos sido valoradas socialmente por nuestro aspecto físico, belleza y atractivo sexual y por la capacidad para despertar el deseo en los hombres. Por eso, desde pequeñas, sobre todo a las mujeres de anteriores generaciones, nos enseñan que nuestras posturas, movimientos y hasta los tonos de voz debían ser suaves y moderados, nos restringían los juegos, la práctica del deporte, la capacidad de tener un cuerpo fuerte que es fuente de placer y satisfacción personal.
Derribar barreras
Desde FWW incidimos, desde hace ya catorce años, en la importancia de una perspectiva de género transversal. Hay barreras que dificultan la vida de las mujeres y que son, además, perfectamente evitables.
Desde el ámbito científico y sanitario se deben evitar los sesgos de género. Esto es fundamental para garantizar una atención médica equitativa y de calidad para todxs. Para ello es esencial sensibilizar, concienciar y formar a lxs médicos y otrxs profesionales de la salud sobre la importancia de abordar estos sesgos.
Sobre todas estas cuestiones y alguna más, hablaremos el 13 de marzo en Madrid Woman’s Week 2024, donde celebraremos un panel bajo el título: Salud y Género: La importancia de aplicar la perspectiva de género en la biomedicina, en el que contaremos con la participación de Elisabeth Arrrojo, oncóloga y directora del Instituto Médico de Oncología Avanzada (INMOA), entre otras expertas.
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