Cine con visión de género

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Nací en Madrid, tengo 47 años y un hijo de catorce. Vivimos los dos solos en casa; así que conozco bien los malabarismos que hay que hacer para compatibilizar trabajo, sueños personales y el día a día de una casa.

Remarco los sueños personales porque vivimos abocados a una vida de “de casa al trabajo, del trabajo a casa” donde aparcamos muchas ilusiones, proyectos emocionantes, ideas creativas… y eso nos hace infelices, de alguna manera, sin apenas darnos cuenta.,

Es como si no hubiera tiempo para la verdadera realización personal, más allá de ser buena trabajadora, buena madre, buena gestora de hogar…

Durante trece años fui relaciones públicas y directora de Comunicación de Giorgio Armani España: un trabajo estupendo, divertido y frenético, al que estoy aún muy agradecida. Es un sector apasionante pero algo vacío emocionalmente.

Como en todas las multinacionales, viví emboscadas, acuchillamientos y esa competitividad extrema del que continuamente tiene que demostrar y justificar resultados. Números y baremos, gráficos de apariciones en prensa de la firma.

Un mundo en el que prima cierta frialdad y donde no son bienvenidas las fragilidades personales. Aprendí mucho, de lo mejor y de lo peor del ser humano, pero después de tantos años dejó de ser una buena opción para mí.

No era feliz, dejé de ser yo misma, así que después de trece años, decidí regresar a mis orígenes y dejar la compañía.

Da vértigo despertarse una mañana sin alarma y preguntarse “¿Y ahora qué?”. Abrir el correo electrónico y ver que de cincuenta mails diarios ahora solo has recibido uno y es un correo comercial.

Por supuesto ya no te invitan a esas maravillosas fiestas, has dejado de ser quien eras.Te invade el miedo y todo tipo de inseguridades, porque solemos pensar que no encontraremos nunca nada mejor.

Mis cuarenta me parecían, de repente, me parecían una traba. Emergían las redes sociales, los streams, skypes, los influencers… yo era de la vieja escuela. Me había quedado definitivamente atrás en ese aspecto.

Y en ese lapsus en el que claramente uno queda al margen del sistema, escribí en un papel las cosas que quería retomar en mi vida. Es un ejercicio que recomiendo.

Pero hacerlo en serio: como si de verdad tuvieras en la mano una varita mágica que te permitiera hacer lo que quieras… incluso ser astronauta, o bailarina. Luego ya se estudiará el “cómo”, lo importante es saber ese “qué”.

Quería árboles, quería viento, quería historias humanas, lugares perdidos. Pedí prestado un coche y me lancé como una loca a recorrer Castilla y León con la idea de hacer algo. Ese algo podía ser un libro de relatos, una guía de viajes para soñadores y melancólicos, una lista de Iglesias románicas en peligro de ruina, creo que lo probé casi todo.

Cuando uno toca varios palos, termina descubriendo la raíz común a todos ellos. En mi caso eran los lugares olvidados que me hacían soñar.

Terminé haciendo exploraciones en solitario a los pueblos abandonados de Soria. No he pasado más miedo en mi vida, pero formaba parte de la idea: salir de la zona confortable y atreverse- de corazón- a apostar por un proyecto personal.

Decidí probar suerte y hacer un documental con todo aquello.Con lo que me contaban los últimos centinelas de las sierras, con lo que descubría sobre el terreno.

Escribí un guión muy primario, lo moví entre conocidos y contactos. Unos te llevan a otros, no hay timidez que valga.

Nadie defenderá tu idea mejor que tú misma: esta lección la he aprendido bien. Nada de delegar en otros porque no te ves capaz o crees que otra persona lo hará mejor. Tú idea es tu idea, defiéndela hasta el final.

Logré que grandes profesionales se sumaran al proyecto y aquí estamos; hemos presentado el largometraje documental en la Seminci de Valladolid, en el Festival Internacional de Soria… y lo que nos queda. Soñar es gratis y además es necesario.

Prejuicios

En esta aventura me han pesado dos cosas: la primera es que escasean las mujeres emprendedoras en el cine. No es frecuente encontrar a mujeres guionistas, productoras y directoras que tomen las riendas de un proyecto de forma global.

Tampoco es frecuente contar con una mujer en el montaje, con una mujer como jefa de producción. Y ése es el caso de ‘Aún se Bendicen los Campos’.

Cuando vas con tu idea debajo del brazo a pedir financiación o apoyos se lo piensan dos veces si eres mujer. Estoy segura de ello, lo siento.

La segunda era el prejuicio de venir del sector moda lujo, porque se asocia equivocadamente a los superficial, a la tontería de las marcas, a lo banal.

Una de las primeras cosas que hice fue un pequeño making off de mis expediciones en solitario, acampando sola en casas abandonadas, con mi máquina desbrozadora (muchos pueblos están devorados de maleza) y mi mono de faena, para que vieran que aquello iba en serio.

Cuando las mujeres estamos al mando de un proyecto, tanto en el cine como en otros ámbitos, necesitamos demostrar nuestra valía de constantemente, porque no siempre se da por hecho, como en el caso de los hombres.

Una jefa es siempre mucho más cuestionada que un jefe. De hecho, hay hombres que aún no se sienten cómodos con una jefa liderando, como si fuera algo vergonzante o eso les dejara en mala posición. Es una pena, nos ahorraríamos tiempo y energía, además de cierta prepotencia a la hora de zanjar temas.

Supongo que a veces y por herencia educacional, somos las primeras en dudar de nosotras mismas y me temo que esa inseguridad trasciende. Por suerte eso está cambiando y confío en que todas nos sintamos muy seguras de nosotras mismas a la hora de dirigir algo.

Visión de género

He tenido algunas discusiones recientemente, precisamente con mujeres, discusiones siempre interesantes. Unas niegan la existencia de una mirada femenina, alegando que no hay género en la mirada, que ambos géneros son iguales en ese aspecto.

Yo si que creo en la mirada femenina, es un matiz interesante difícil de explicar, es algo emocional, como otra forma de expresarse, otra sensibilidad, puede que otra velocidad. Tiene que ver con la emoción que suscitan las cosas, como si fuera inevitable para las mujeres asociar un sentimiento a cada elemento, a cada objeto, a cada instante vivido.

La mirada del hombre, por lo general, suele ser más analítica y pragmática: “A” es “A”, “B” es “B”. Nosotras vemos y sentimos muchos más matices y también los expresamos.

Esa visión de las cosas puede compartirse y evolucionar de forma preciosa con un director de fotografía, como Paco Belda en mi caso.

Durante el rodaje, por ejemplo, un arcón lleno de ropa abandonado en el desván no era un mero amasijo de prendas polvorientas, para nosotras ahí yacía la historia y el legado de toda una familia, con sus ropas de domingos heredadas, remendadas de alegrías y penas, faldas de labor que hablaban de los duros inviernos limpiando caminos nevados. Nos emocionábamos, imaginábamos en voz alta.

Eso es para mí la mirada femenina. Supongo que una interpretación más imaginativa y sentimental de todo lo que nos rodea, diría que intuitiva. Creo que la mujer, en general, empatiza de forma natural con las personas y con las cosas de forma casi inmediata, es mucho más sensitiva.

Aún se bendicen los campos

Se trata de un largometraje documental, cuyo rodaje ha durado cerca de tres años por la Tierras altas de Soria, una de las zonas más despobladas de toda Europa.

Es un alegato contra la despoblación en clave poética, un homenaje a la memoria y legado de aquellos pueblos abandonado. Donde la mujer tiene un papel importante, tal y como lo tenían aquellas mujeres que quedaban aisladas a cargo del pueblo mientras los hombres se iban a la trashumancia.

Vera Herrero Mercader, directora de ‘Aún se bendicen los campos’.

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