Hace casi una década que se promulgó la L.O. 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad efectiva de hombres y mujeres. El objetivo de esta Ley es que hombres y mujeres disfrutemos de los mismos derechos, del mismo trato, y que unos y otras dispongamos de las mismas oportunidades con el fin de eliminar cualquier tipo de discriminación, lo que significa el reconocimiento de la igualdad (en derechos y en deberes).
Podríamos realizar un análisis en profundidad de la norma, pero no será así. No es necesario en este caso, porque las leyes están para cumplirlas; podremos criticarlas, pensar que pueden ser mejorables… pero sin duda para cumplirlas, puesto que es una forma de limitar la posibilidad de abusar de otras personas, no en todos los casos, claro está. Y buen ejemplo es esta Ley.
Hoy quisiera cuestionar a través de este artículo de opinión por qué no se cumple la Ley, y por qué existe tanta pasividad ante algo tan urgente como importante.
Hemos escuchado hablar de cuotas, representación, acciones positivas, permisos de maternidad/paternidad, techo de cristal, brecha salarial, corresponsabilidad, conciliación, discriminación directa/indirecta… estoy convencida que las nuevas generaciones, que tanto saben de nuevas tecnologías, tal vez les pilláramos por sorpresa ante alguno de estos conceptos y no sabrían responder.
Lamentablemente en las aulas, son demasiadas las ocasiones que al preguntar sobre el significado del machismo lo tienen clarísimo, tan claro como que el feminismo: “es lo contrario”. Sí. Y si esto ya nos puede parecer terrible – que lo es, porque es obvio que no avanzamos – es aún más llamativo que no dispongan de la información y formación suficiente en esta materia. Mantienen una idea equivocada del feminismo y de la Ley de Igualdad. No comprenden como podemos seguir hablando de esto ¡como si no existiera ya la igualdad!. Su lógica espontaneidad les hace dudar e incluso se molestan por algo tan superado como la desigualdad. Aseguran, como muchas personas adultas, que las cuotas son como un regalito para las mujeres y les hace estar en desventaja y no se detienen a pensar el motivo de esas cuotas: estamos hablando de un derecho, porque existe la desigualdad, sino fuera así, no serían necesarias. O sobre las acciones positivas, que debemos entenderlas como acciones de paso, medidas temporales utilizadas para eliminar las desventajas.
Debates muy enriquecedores, pero tristes. Tristes porque un día cuando se hagan mayores, cuando formen parte de una sociedad adulta, esa sociedad que les ha inculcado sus roles y estereotipos, algunas mujeres se enfrentarán con una realidad que desconocían, mientras algunos hombres seguirán en su zona de confort. Algunas mujeres seguirán siendo víctimas de la discriminación directa (solo por ser mujeres) o de discriminación indirecta y entonces comprenderán estos conceptos que hoy les cuesta entender, incluso su existencia.
Art. 6: “1. Se considera discriminación directa por razón de sexo, la situación en que se encuentra una persona que sea, haya sido o pudiera ser tratada en atención a su sexo, de manera menos favorable que otra en situación comparable. 2. Se considera discriminación indirecta, por razón de sexo, la situación en que una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja particular con respecto a personas del otro, salvo que dicha disposición, criterio o práctica puedan justificarse objetivamente en atención a una finalidad legítima y que los medios para alcanzar dicha finalidad sean adecuados. 3. En todo caso, se considera discriminación toda orden de discriminar, directa o indirectamente, por razón de sexo”.
Si acudimos al ámbito laboral, las mujeres siguen siendo las que menores sueldos tienen por el mismo trabajo, o trabajan en empleos más precarios, por poner un ejemplo. Podemos asegurar que en la actualidad la formación llega a la mayoría de las mujeres pero ¿qué ocurre después? el techo de cristal hace que se estanquen sin optar a puestos de responsabilidad (Catedráticas) claro que siempre habrá casos, pero son excepciones.
Por eso es tan importante cuestionarse lo que con mi reflexión dejo en estas líneas: ¿Estamos avanzando? ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué intereses son los que no nos permiten avanzar?; si disponemos de una igualdad legal, pero no hemos conseguido la igualdad real… ¿Qué ocurriría si la alcanzásemos?
Tenemos que detenernos a pensar que no es fácil acabar con la desigualdad, pero que nuestra colaboración, como miembros de la sociedad de la que formamos parte, es imprescindible. Con cada palabra, con cada gesto, dando un paso adelante o como dice la profesora Mayor Cinca “pasito a pasito, colocándonos el radar de género” porque las consecuencias de la desigualdad nos afectan a todos y a todas. Tenemos que invertir en educación para que este tipo de leyes se conviertan en parte de nuestro pasado.
Y a propósito de la igualdad… recordemos que el símbolo más brutal de la desigualdad es la violencia de género, y que cada día en algún punto del mundo una mujer será discriminada, humillada, acosada, violada o asesinada.
Luisa Velasco, doctora en Psicología y colaboradora de FUNDACIÓN WOMAN’S WEEK.