Alerta laboral ante los malos tratos en el hogar

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Luisa Velasco
Inspectora de Policía Municipal

SUMARIOS:
“Mujeres con alta formación y con independencia económica son víctimas de maltrato”
“A pesar de una mayor cantidad de información y los cambios legislativos, muchas víctimas siguen sin hacerlo público”

Pensemos en una mujer de nuestra organización. Comenzamos a observar en ella cambios conductuales, un menor rendimiento, un deterioro en las relaciones internas y externas, comienza a visibilizar síntomas de una posible depresión, estrés… ¿Asociamos estas variables a los malos tratos?, ¿Es visible la violencia de género en el ámbito empresarial?, ¿Conocemos los costes que supone este tipo de violencia para nuestra organización?

Los costes de la violencia contra la mujer son enormes y repercuten en toda la sociedad. Las mujeres pueden llegar a encontrarse aisladas e incapacitadas para trabajar, perder su trabajo, dejar de participar en actividades cotidianas y ver mermadas sus fuerzas para cuidar de sí mismas y de sus hijos.

Han transcurrido seis años desde la promulgación de la L.O. 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Aunque se ha conseguido avanzar para erradicar esta lacra, el número de mujeres que la sufren sigue aumentando. A lo largo de este año ya son más de 60 mujeres las que han perdido su vida por aquellos a quienes aman.

La base sobre la que se asienta la violencia de género radica en la permanencia de una sociedad patriarcal y sexista, que parte del predominio masculino sobre el femenino y que tiene como consecuencia que muchas mujeres no disfruten plenamente de sus derechos.

Este tipo de violencia no está vinculado a variables como una clase social baja, zonas marginales, bajo nivel sociocultural… Es más, está presente en todos los estratos sociales. Es cada vez más frecuente observar como mujeres con alta formación y con independencia económica son víctimas de maltrato.

La violencia aparecerá enmascarada a través de diferentes conductas, como exteriorizar celos, impedir que se relacione con la familia y amistades, ignorar lo que dice o hace… También presentará diferentes formas de expresión: violencia física, psicológica y/o sexual.

La violencia hacia la mujer por parte de su pareja tiene un proceso largo. Muchas veces empieza durante el noviazgo, en la propia noche de bodas, durante el primer embarazo. Comienza a través de una violencia psicológica pero la situación se irá agravando.

En ocasiones terminará con la muerte de la víctima: a través de un suicidio, inducido por la reiterada conducta de su pareja, o el asesinato.[/column]

La relación pasa por determinadas fases que se van repitiendo cíclicamente y varían en tiempo e intensidad: en la primera fase se da una acumulación de tensión. Se caracteriza por la aparición de situaciones aisladas de violencia psicológica.

En la segunda fase, esa tensión acumulada produce una ‘explosión de violencia’ que puede variar en gravedad, desde una bofetada hasta la muerte. En esta fase pueden darse agresiones físicas, psicológicas y sexuales; en la tercera fase, o ‘luna de miel’, el ciclo finaliza con la reconciliación.

La fase más delicada es la última. Muchas mujeres, a pesar de haber abandonado la relación y haber formulado denuncia, sienten que deben dar un paso atrás y perdonar al agresor. El apoyo y ayuda desde cualquier ámbito profesional es de vital importancia para que la víctima no sucumba a las presiones del maltratador.

La violencia ejercida sobre la mujer va a generar graves consecuencias sobre su salud, tanto a nivel físico como psicológico, en función de la intensidad de la violencia ejercida, así como de su frecuencia. Además, también puede sufrir el llamado ‘síndrome de la mujer maltratada’ por el que incrementa su habilidad para afrontar los estímulos adversos y minimizar el dolor. Presentan distorsiones cognitivas que les permiten conseguir soportar los incidentes pero también estas distorsiones hacen que tengan una visión diferente de sí mismas, de los demás y del mundo. Además, pueden aparecer síntomas físicos como dolor de estómago, dolor de cabeza, etc.

A pesar de una mayor cantidad de información y los cambios legislativos que se están produciendo, muchas víctimas siguen sin hacerlo público. Es más, tan solo un 10% de las mujeres se atreven a denunciar a su agresor y pasarán, aproximadamente, unos diez años antes de tomar la decisión. El miedo, la percepción de que no existe una solución a su problema y la carencia de recursos alternativos, sobre todo en el caso de las mujeres con hijos, hacen que la mujer siga soportando el maltrato continuado.

Es preciso que entendamos todo este entramado de la violencia sobre la mujer, con el fin de poder facilitar una mayor protección. Es necesario una mayor sensibilización y formación sobre este grave problema, por parte de todos los organismos implicados y de la sociedad en general, y especialmente, una adecuada coordinación, cooperación y colaboración así como una rápida y eficaz actuación del profesional que deba intervenir.